Desde hace mucho, los supremos jerarcas protegidos por supersticiones,
dogmas, leyes y militares, han sometido a capricho a sociedades enteras. Si
cuando eran reyes, enviaban a los soldados a asesinar a otros pueblos, ahora
que se les llama presidentes, se dedican a enviar a los soldados, paramilitares,
sicarios y todo tipo de gente armada, para someter a los pueblos que se
proclaman autónomos dentro de un país, o que se organizan para defender lo que
les es propio.
Por supuesto, si algunos están de acuerdo o no con la desigualdad, es lo de
menos, pues lo importante es que sea cual sea su posición, sigan subsidiando la
jerarquía.
Los militares que hicieron sus viajes para conquistar pueblos que nunca
antes habían visto, no lo hicieron por voluntad divina, sino porque hubo unos
altos jerarcas, unos reyes y amos que usaron el dinero que le solicitaban a la
población para mantener al señorío jerarca, y con ese tesoro se pagaba lo
necesario para las campañas militares.
Ahora, cuando se hace memoria de las guerras que la jerarquía ordenó llevar
a cabo, todos apuntan a uno u otro personaje al que reconocen como el asesino,
el genocida, el sometedor, pero casi nadie hace mención de que, quienes
cometieron los crímenes, fueron enviados por la sociedad jerárquica, con los
recursos del pueblo que los altos jerarcas invirtieron para el viaje, armamento
y subsistencia de las tropas
¿Por qué será que esta sociedad ha evadido y ocultado tocar a la jerarquía
como tema, pero en cambio señala a una que otra parte que dice despreciar de
ésta, una de tantas, la parte bélica? ¿Es sólo la milicia lo más despreciable
de la sociedad que mantiene a la jerarquía? Es sencillo saber por qué se han
golpeado el pecho con todo pero nunca tocan a la jerarquía.
La sociedad presente es tan jerárquica como aquéllas que miramos como si
fuera un penoso pasado que deseáramos evitar en la actualidad. Pero no es así
porque ahora los altos jerarcas que se llaman presidentes, gobernantes y
generales están usando, como hicieron los reyes, el dinero de los impuestos
para pagar soldados, narcos o paramilitares para asesinar al propio pueblo. Hoy
la sociedad se satisface con golpearse el pecho en el pasado y usar sus
momentos y personajes para señalar los errores que según se dice, ya no
volveremos a cometer.
Mientras esto se cacarea, los militares de hoy tienen las armas pagadas por
la sociedad y el permiso para dispararlas tan bien como lo hicieron en aquella,
ésta u otra jerarquía. La sociedad jerárquica se entera de cómo caen asesinados
inocentes y culpables, seres humanos de todas formas, pero lo único que hace la
sociedad jerárquica es perseguir espectros para laurearlos o condenarlos, y así
nunca pensar algo que impida las masacres de la jerarquía sustentadas en recursos públicos.
Para la sociedad jerárquica, enfrentar a la jerarquía sería en principio,
de muy mala educación. Imaginen a unos pobres lacayos plebeyos diciéndoles a
sus amos, que el dinero de los impuestos ya no será para pagarles millonarios salarios de gobernantes, presidentes, alcaldes, directores,
secretarios, artistas, académicos o quienes sean, y mucho menos patrocinar sus guerras psicópatas. Imaginen a unos ignorantes envidiosos que no
tienen cercanía con los altos jerarcas, ofendiendo con esas palabras a quienes
sí tienen autoridad para decidir hacia dónde van los recursos y hacia dónde no.
Según la jerarquía, unos siervos tan groseros sólo merecen cárcel y muerte.
R. Camilo Solís Pacheco
diciembre 2016
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