Para que la jerarquía sea aceptada por la sociedad, debe estar
presente como algo inconfundible e inamovible. Algo con lo que el ser
humano se debe encontrar todos los días y lo sienta como propio del orden
social. Que en ningún momento surja aversión a la desigualdad que impone la
jerarquía, y si llega a sentirlo, pronto se reconozca rodeado de impedimentos
(o razones certeras de la necesidad de jerarquías) y se resigne a buscar formas
de evadir su malestar.
Jerarquía inamovible, por la imposibilidad de transformarse en otra
circunstancia, sea con base a leyes destinadas a resguardar las ventajas y
beneficios jerárquicos, o con base a frases que cotidianamente repiten los
tolerantes de la desigualdad, frases como “así es”, “no va a cambiar”, “así ha
sido siempre”, que tanto pueden rezar los jerarcas enriquecidos por el trabajo
de millones, como bien lo pueden decir, casi con la misma fe, estas millones de
personas acostumbradas a ello.
¿Dónde comienza a ser inculcado el incuestionable sistema jerárquico? En la
escuela, sea pública o privada, pero en este escrito nos interesamos más por la
llamada educación pública, aunque en ambos formatos la educación distribuida por
niveles, grados o calificaciones es casi idéntica.
En la escuela, nos enseñan que educación es cumplir con un
esquema de niveles o grados de aprendizaje y como alumnos recorremos los
programas de estudios que integran conocimientos básicos, para aplicarlos en
esa etapa y en los siguientes niveles que exigirán distintas formas (quizá más
complejas) en la comprensión y aplicación del conocimiento.
En la educación de escuela,
hay un momento en el que se dice haber llegado a estudios superiores,
entendiendo éstos como estar en uno de los niveles más altos del conocimiento,
idea que resulta sin embargo, ilusoria y sobreestimada.
Primero, por la idea de pasar antes por estudios “generales” para alcanzar cada vez más formas de conocimiento, siendo que es durante los años de primaria, donde existen mayores opciones de conocer distintas ciencias que en los mismos estudios superiores, lo cual implica estar en un ámbito más abierto a posibilidades de conocimiento.
Al contrario, en lo superior, los conocimientos se segmentan, se reducen a
conglomerar lo más posible de elementos en una sola disciplina, y a emplear
nociones de otras para revalidar o complementar a la propia. Esto con el
fin de especializarnos pues en cada uno de los campos del conocimiento hay
amplia diversidad de perspectivas para entenderlas y aplicarlas, pero la
especialización hace que cada quién, dentro de su disciplina, tienda a
reducirse a ella.
Podemos pensar que se resuelve con la llamada interdisciplina, que si bien
es cierto que de ella surgen y se validan hasta hoy, nuevas ramas del
conocimiento, en más de las veces emplea sólo productos de los discursos académicos y muy poco a la práctica colectiva y presencial de
quienes viven y conocen los saberes: las personas en cotidianidad.
En la variedad de saberes de los primeros años de estudio tal vez no
encontremos el carácter especializado de un conocimiento universitario, pero la
especialización no necesariamente es un conocimiento superior, aunque el
atractivo de encontrarse en esa posición jerárquica así lo afirma pues pretende
otorgar estatus o mayor posición a quienes llegan a “altos niveles”.
Ciertamente, de nada sirve el estatus de doctorado a quien no se encuentre
en una institución que avale o pague su salario “merecido” por determinado
nivel de estudios. Las instituciones públicas o privadas, son verdaderos
protectores no sólo del beneficio de sus agremiados, sino que también estos beneficios
sean en todo momento jerárquicos, el esquema permanente.
Esta estructuración educativa de superación en niveles o jerarquías, es un
esquema que establece una asimilación de la jerarquización social, con lo cual
dirigir a las personas a aceptar tal sistema como algo normal, válido, común, una
realidad necesaria que define quiénes son los que saben ante quiénes no, o
quiénes saben más ante quiénes menos, para posteriormente definir quiénes
merecen más y quiénes merecen menos.
No es casualidad que decir “ir a la escuela” se diga también “ir a clases”.
Ahí es donde serás clasificado por cifras y grados jerárquicos, al tiempo que
aprendes a ubicar y reconocer personas y grupos humanos a partir, también, de
cifras, grados y por consiguiente, posiciones sociales y beneficios
jerárquicos.
La posibilidad de adquirir conocimientos, aplicarlos y promoverlos tiene
más bases que los avalados por instituciones y jerarquías, desde donde más bien
su repercusión en el conocimiento y la práctica, consiste en continuar la
asimilación y mantenimiento de la desigualdad social entre semejantes.
No verás a docentes, ciertamente, buscando que los salarios institucionales
sean los mismos para todos quienes laboran en sus instituciones, y tampoco los
verás realizando acciones contra los salarios jerárquicos, pues ellos también
desean tener o mantener mayores beneficios según su posición.
Quizás evoquen y defiendan causas como el mejorar condiciones laborales o
ampliar el alcance de los servicios públicos, pero nunca objetarán que sus superiores estén cobrando mucho más
que los demás trabajadores, porque la jerarquía educativa así les ha enseñado a
respetar la desigualdad, a vivir en la superioridad-inferioridad, y también
esperan algún día ser quienes obtengan más beneficios por su posición en la
jerarquía.
Ese es el saber fundamental que instituye la educación jerárquica: el darle
a los rangos un sentido de conocimiento o situación elevada (como los estudios
superiores) ante lo inferior (estudios primarios-secundarios), además de
asimilar en cifras la superioridad de una inteligencia ante otra: quienes
reciben mayor calificación, es porque sus méritos le llevan a ello, pero el
mérito en sí, es obedecer las indicaciones y reconocer la posición de los superiores. Ése es el saber
fundamental de la jerarquía.
He escuchado a universitarios preguntarle a un muchacho de 16 años en qué carrera está, pues él les habló con mucho conocimiento sobre temas sociales, y éste les ha aclarado que es de preparatoria. No es que los otros se avocaron a saberes completamente diferentes: todos venían de una rama de ciencias sociales.
Da lo mismo el nivel de estudios donde estés si no se aplica la estrategia educativa que libere la curiosidad de conocer, entender, saber y practicar. Sin ello, se hace de cualquier nivel una simple categoría con licencia.
He escuchado a universitarios preguntarle a un muchacho de 16 años en qué carrera está, pues él les habló con mucho conocimiento sobre temas sociales, y éste les ha aclarado que es de preparatoria. No es que los otros se avocaron a saberes completamente diferentes: todos venían de una rama de ciencias sociales.
Da lo mismo el nivel de estudios donde estés si no se aplica la estrategia educativa que libere la curiosidad de conocer, entender, saber y practicar. Sin ello, se hace de cualquier nivel una simple categoría con licencia.
R. Camilo Solís Pacheco
diciembre 2016
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