En 2010 escribí sobre algo muy claro y presente en la sociedad
desde hace muchos siglos, tan cimentado que realmente no hay oposición a ello,
ni siquiera por parte de quienes se ocupan de mantener algo de justicia social,
pues muchas veces su dedicación sólo se resuelve maquillando al gran dominio
que les dosifica el sustento: la jerarquía.
En muchos aspectos de las relaciones sociales se ha observado y
cuestionado los principios de superioridad-inferioridad que sostienen a las jerarquías:
las dinámicas entre patrones-empleados, hombres-mujeres, adultos-niños,
ciencia-saber, educado-ignorante, ciudad-campo, rico-pobre,
señoríos-sirvientes, civilización-naturaleza, entre muchas otras, pero estas
situaciones particulares mantienen, unas con más fuerzas que otras, el sistema
de jerarquías.
Las personas lo saben y al mismo tiempo reniegan de ello, o buscan
al menos combatir alguna de las formas de jerarquía mencionadas, con lo cual
pueden sentir cierto alivio o dignidad mientras sufren y sostienen todas las
demás formas de jerarquía, es decir, en su totalidad.
La explicación al respecto es sumamente sencilla, sólo se
necesitan unas cuantas páginas para ello; en realidad lo complejo resulta hasta
hoy liberarse de las jerarquías. Finalizando el 2016, compilo los escritos
sobre el tema, donde primero se ubicará su forma de establecerse como práctica
común humana, para después observar los resultados de una sociedad jerárquica.
Jerarquía
La superioridad-inferioridad es uno de los principales parámetros de la
jerarquía, pero no siempre usará esta dualidad para explicarse o manifestarse,
sino una serie de argumentos adecuados a las distintas situaciones donde se
hace presente, a fin de “aclarar” el por qué se realiza una u otra jerarquización
Una sociedad jerárquica es la que hace de la desigualdad algo común y
cotidiano. También, una sociedad jerárquica es la que mantiene a un escaso
número de personas dentro de una distinción u honorabilidad que les permite
enriquecerse a través del trabajo o la miseria de millones de personas. Lo
señalado en estos dos párrafos, sin más preámbulo, define a las sociedades
jerárquicas en este escrito.
Jerarquía y saberes
Para que la jerarquía sea aceptada por la sociedad, debe estar
presente como algo inconfundible e inamovible. Debe ser algo con lo que el ser
humano se deba encontrar todos los días y lo sienta como propio del orden
social. Que en ningún momento surja aversión a la desigualdad que impone la
jerarquía, y si llega a sentirlo, pronto se reconozca rodeado de impedimentos
(o razones certeras de la necesidad de jerarquías) y se resigne a buscar formas
de evadir su malestar.
Jerarquía inamovible, por la imposibilidad de transformarse en otra
circunstancia, sea con base a leyes destinadas a resguardar las ventajas y
beneficios jerárquicos, o con base a frases que cotidianamente repiten los
tolerantes de la desigualdad, frases como “así es”, “no va a cambiar”, “así ha
sido siempre”, que tanto pueden rezar los jerarcas enriquecidos por el trabajo
de millones, como bien lo pueden decir, casi con la misma fe, estas millones de
personas acostumbradas a ello.
¿Dónde comienza a ser inculcado el incuestionable sistema jerárquico? En la
escuela, sea pública o privada, pero en este escrito nos interesamos más por la
llamada educación pública, aunque en ambos formatos la educación distribuida por
niveles, grados o calificaciones es casi idéntica.
En la escuela, nos enseñan que educación es cumplir con un
esquema de niveles o grados de aprendizaje y como alumnos recorremos los
programas de estudios que integran conocimientos básicos, para aplicarlos en
esa etapa y en los siguientes niveles que exigirán distintas formas (quizá más
complejas) en la comprensión y aplicación del conocimiento.
En la educación de escuela,
hay un momento en el que se dice haber llegado a estudios superiores,
entendiendo éstos como estar en uno de los niveles más altos del conocimiento,
idea que resulta sin embargo, ilusoria y sobreestimada.
Primero, por la idea de pasar antes por estudios “generales” para alcanzar cada vez más formas de conocimiento, siendo que es durante los años de primaria, donde existen mayores opciones de conocer distintas ciencias que en los mismos estudios superiores, lo cual implica estar en un ámbito más abierto a posibilidades de conocimiento.
Primero, por la idea de pasar antes por estudios “generales” para alcanzar cada vez más formas de conocimiento, siendo que es durante los años de primaria, donde existen mayores opciones de conocer distintas ciencias que en los mismos estudios superiores, lo cual implica estar en un ámbito más abierto a posibilidades de conocimiento.
Al contrario, en lo superior, los conocimientos se segmentan, se reducen a
conglomerar lo más posible de elementos en una sola disciplina, y a emplear
nociones de otras para revalidar o complementar a la propia. Esto con el
fin de especializarnos pues en cada uno de los campos del conocimiento hay
amplia diversidad de perspectivas para entenderlas y aplicarlas, pero la
especialización hace que cada quién, dentro de su disciplina, tienda a
reducirse a ella.
Podemos pensar que se resuelve con la llamada interdisciplina, que si bien
es cierto que de ella surgen y se validan hasta hoy, nuevas ramas del
conocimiento, en más de las veces emplea sólo productos de los discursos
académicos académicos y muy poco a la práctica colectiva y presencial de
quienes viven y conocen los saberes: las personas en cotidianidad.
En la variedad de saberes de los primeros años de estudio tal vez no
encontremos el carácter especializado de un conocimiento universitario, pero la
especialización no necesariamente es un conocimiento superior, aunque el
atractivo de encontrarse en esa posición jerárquica así lo afirma pues pretende
otorgar estatus o mayor posición a quienes llegan a “altos niveles”.
Ciertamente, de nada sirve el estatus de doctorado a quien no se encuentre
en una institución que avale o pague su salario “merecido” por determinado
nivel de estudios. Las instituciones públicas o privadas, son verdaderos
protectores no sólo del beneficio de sus agremiados, sino que también estos beneficios
sean en todo momento jerárquicos, el esquema permanente.
Esta estructuración educativa de superación en niveles o jerarquías, es un
esquema que establece una asimilación de la jerarquización social, con lo cual
dirigir a las personas a aceptar tal sistema como algo normal, válido, común, una
realidad necesaria que define quiénes son los que saben ante quiénes no, o
quiénes saben más ante quiénes menos, para posteriormente definir quiénes
merecen más y quiénes merecen menos.
No es casualidad que decir “ir a la escuela” se diga también “ir a clases”.
Ahí es donde serás clasificados por cifras y grados jerárquicos, al tiempo que
aprendes a ubicar y reconocer personas y grupos humanos a partir, también, de
cifras, grados y por consiguiente, posiciones sociales y beneficios
jerárquicos.
La posibilidad de adquirir conocimientos, aplicarlos y promoverlos tiene
más bases que los avalados por instituciones y jerarquías, desde donde más bien
su repercusión en el conocimiento y la práctica, consiste en continuar la
asimilación y mantenimiento de la desigualdad social entre semejantes.
No verás a docentes, ciertamente, buscando que los salarios institucionales
sean los mismos para todos quienes laboran en sus instituciones, y tampoco los
verás realizando acciones contra los salarios jerárquicos, pues ellos también
desean tener o mantener mayores beneficios según su posición.
Quizás evoquen y defiendan causas como el mejorar condiciones laborales o
ampliar el alcance de los servicios públicos, pero nunca objetarán que sus superiores estén cobrando mucho más
que los demás trabajadores, porque la jerarquía educativa así les ha enseñado a
respetar la desigualdad, a vivir en la superioridad-inferioridad, y también
esperan algún día ser quienes obtengan más beneficios por su posición en la
jerarquía.
Ese es el saber fundamental que instituye la educación jerárquica: el darle
a los rangos un sentido de conocimiento o situación elevada (como los estudios
superiores) ante lo inferior (estudios primarios-secundarios), además de
asimilar en cifras la superioridad de una inteligencia ante otra: quienes
reciben mayor calificación, es porque sus méritos le llevan a ello, pero el
mérito en sí, es obedecer las indicaciones de los superiores. Ése es el saber
fundamental de la jerarquía.
Es un engaño muy sencillo, pues da lo mismo el nivel de estudios donde
estés si no se aplica la estrategia educativa que libere la curiosidad de
conocer, entender, saber y practicar. Sin ello, se hace de cualquier nivel una
simple categoría con licencia. He escuchado a universitarios preguntarle a un
muchacho de 16 años en qué carrera está, pues él les habló con mucho conocimiento
sobre temas sociales, y éste les ha aclarado que es de preparatoria. No es que
los otros se avocaron a saberes completamente diferentes: todos venían de una
rama de ciencias sociales.
Jerarquía en la educación pública
En el 2010, para mantenerse en alguna universidad pública, en algunos
estados es requisito pagar anualmente desde setecientos pesos o hasta más
dependiendo de la Facultad a la que te inscribas, y también se paga por dos o
hasta cuatro transportes en total al día para ir y venir de la escuela, además
de pagar el costo de los materiales de estudio que regularmente se necesitan.
Todo ello es insostenible para una gran cantidad de personas que busquen
ingresar a la universidad, pues incluso los que desean estudiar y realizar
labores para sostener sus estudios, tendrían que dejar su empleo para asistir a
los horarios de escuela, y la becas dirigidas a estudiantes también muchas
veces piden como requisito que el estudiante no trabaje, lo cual de nuevo
complica la opción de estudiar y trabajar al mismo tiempo.
Vemos que desde tal caso se contradice el concepto de educación pública,
pues gran parte de la población no podrá participar en ella, pues dentro de una
lógica de orden jerárquico, muchos carecen de los requerimientos económicos
para acceder a ese derecho a la educación que cada vez parece más un
privilegio. Sin embargo, al seguir siendo universidad pública, continúa
recibiendo recursos federales y estatales, no en miles, sino en millones de
pesos que vienen del pago de impuestos de la ciudadanía.
Si hay millones en recursos federales y estatales ¿por qué existen las
cuotas de inscripción en buena parte de los estados mexicanos? Mucho se
justificará en lo que se emplea en las aulas: pizarrones, sillas, mesas,
computadoras, libros y demás, pero la inversión más constante siempre es
destinada a salarios que también se distribuyen por jerarquías.
En los edificios administrativos de las universidades públicas es donde se
cobran los primeros y más altos salarios. Un rector de universidad cobra
mensualmente cerca de ochenta mil pesos, sin contar los viáticos, y también
están los salarios mensuales que reciben cada uno de los encargados de las secciones
administrativas, salarios que oscilan entre los cuarenta y cincuenta mil pesos
mensuales, dependiendo de la posición jerárquica que ocupen.
Dicen recibir esas cantidades debido a la “responsabilidad” de su cargo,
mas sin embargo, las responsabilidades dentro de una institución siempre son
distribuidas en distintas áreas, por lo cual el peso no recae más sobre unos
que sobre otros, y en sí, todas las áreas tienen responsabilidades importantes
que cumplir.
Si vamos hacia cada Facultad, los directores también reciben un salario que
llega a treinta mil pesos mensuales, los maestros un poco menos, pero cabe
señalar que sus salarios varían dependiendo de en cuál Facultad trabajen. De
tal forma, la universidad pública que abrió sus puertas para que la población
accediera al conocimiento, se encuentra dirigida con más afán de ser partícipe
en dar continuidad a jerarquías que mantienen la desigualdad, y así lograr que
socialmente se acepte dicho rumbo como si fuera ley suprema, siendo esto lo
representativo de su repercusión social.
Aunque sea complejo cambiar que la educación se distribuya por grados,
momentos y niveles, ello no significa que el saber sea motivo para subsidiar
privilegios en jerarquías, porque los recursos asignados a la educación pública
son para posibilitar el aprendizaje y la enseñanza, lejos de exclusiones que
interrumpen la voluntad de compartir el saber.
Para la mayoría de la gente, la repercusión social nunca será recibir las
sumas millonarias de la alta jerarquía científica, partidista o institucional,
quienes cuando hablan de repercusión social, no dicen que ésta consiste también
en la distribución económica tan conveniente que se reparten dentro de las
instituciones públicas, todo un beneficio que tanto los más honestos
científicos como los más corruptos partidistas (o viceversa), muy difícilmente
decidirán cambiarlo
Todos quienes pagamos impuestos somos parte de esta distribución insensata,
pero se mantiene silencio y casi nada de
oposición a este repartimiento jerárquico recursos públicos, dando continuidad
y respeto a todo lo que representa. Cuando le preguntas a alguien sobre el por
qué de esta distribución, pueden decir que “todos los que están ahí metidos son
rapiñas”, “ellos son los que manejan el dinero”, pero el más extraño
razonamiento me parece: “porque ellos ya estudiaron más”.
Una persona de intendencia en la universidad fue quien me respondió “porque
ellos ya estudiaron más”. Es porque se piensa, según la educación, que al tener
él menos estudios y el otro tener más, entonces él ciertamente merece cobrar
menos, y al mismo tiempo, un rector o director, debe cobrar más. Nada más falso
que esta historia muy clara y aceptada donde el saber es para enriquecerse, o
la ciencia para mantener y obtener beneficios en jerarquía.
Las instituciones en todo momento continúan avalando estas falsedades y
desigualdades, siendo su argumento “el nivel de estudios” o el “cargo” cuando
en realidad se encuentran avalando y protegiendo su posición jerárquica. No hallo
tanta diferencia entre este caso educativo con aquellas instancias de objetivos
distintos al saber, y en sí, el observar cotidianamente que la desigualdad
también está al interior de los muros del saber, repercute mucho más en la
asimilación de la jerarquía que la jerarquía reproducida en otras
instituciones.
Para este caso de la administración de los recursos públicos, quienes pagan
impuestos tienen la palabra decisiva, entre si los jerarcas siguen cobrando
según su ciencia, o si entran en juego criterios más amplios y equitativos
sobre la administración de recursos: serán destinados para el beneficio de los
“altos” cargos públicos o para el beneficio equitativo de la sociedad.
Jerarquía asesina
Desde hace mucho, los supremos jerarcas protegidos por supersticiones,
dogmas, leyes y militares, han sometido a capricho a sociedades enteras. Si
cuando eran reyes, enviaban a los soldados a asesinar a otros pueblos, ahora
que se les llama presidentes, se dedican a enviar a los soldados, paramilitares,
sicarios y todo tipo de gente armada, para someter a los pueblos que se
proclaman autónomos dentro de un país, o que se organizan para defender lo que
les es propio.
Por supuesto, si algunos están de acuerdo o no con la desigualdad, es lo de
menos, pues lo importante es que sea cual sea su posición, sigan subsidiando la
jerarquía.
Los militares que hicieron sus viajes para conquistar pueblos que nunca
antes habían visto, no lo hicieron por voluntad divina, sino porque hubo unos
altos jerarcas, unos reyes y amos que usaron el dinero que le solicitaban a la
población para mantener al señorío jerarca, y con ese tesoro se pagaba lo
necesario para las campañas militares.
Ahora, cuando se hace memoria de las guerras que la jerarquía ordenó llevar
a cabo, todos apuntan a uno u otro personaje al que reconocen como el asesino,
el genocida, el sometedor, pero casi nadie hace mención de que, quienes
cometieron los crímenes, fueron enviados por la sociedad jerárquica, con los
recursos del pueblo que los altos jerarcas invirtieron para el viaje, armamento
y subsistencia de las tropas
¿Por qué será que esta sociedad ha evadido y ocultado tocar a la jerarquía
como tema, pero en cambio señala a una que otra parte que dice despreciar de
ésta, una de tantas, la parte bélica? ¿Es sólo la milicia lo más despreciable
de la sociedad que mantiene a la jerarquía? Es sencillo saber por qué se han
golpeado el pecho con todo pero nunca tocan a la jerarquía.
La sociedad presente es tan jerárquica como aquéllas que miramos como si
fuera un penoso pasado que deseáramos evitar en la actualidad. Pero no es así
porque ahora los altos jerarcas que se llaman presidentes, gobernantes y
generales están usando, como hicieron los reyes, el dinero de los impuestos
para pagar soldados, narcos o paramilitares para asesinar al propio pueblo. Hoy
la sociedad se satisface con golpearse el pecho en el pasado y usar sus
momentos y personajes para señalar los errores que según se dice, ya no
volveremos a cometer.
Mientras esto se cacarea, los militares de hoy tienen las armas pagadas por
la sociedad y el permiso para dispararlas tan bien como lo hicieron en aquella,
ésta u otra jerarquía. La sociedad jerárquica se entera de cómo caen asesinados
inocentes y culpables, seres humanos de todas formas, pero lo único que hace la
sociedad jerárquica es perseguir espectros para laurearlos o condenarlos, y así
nunca pensar algo que enfrente la jerarquía.
Para la sociedad jerárquica, enfrentar a la jerarquía sería en principio,
de muy mala educación. Imaginen a unos pobres lacayos plebeyos diciéndoles a
sus amos, que el dinero de los impuestos ya no será para pagarles sus
millonarios salarios de gobernantes, presidentes, alcaldes, directores,
secretarios, artistas y académicos. Imaginen a unos ignorantes envidiosos que no
tienen cercanía con los altos jerarcas, ofendiendo con esas palabras a quienes
sí tienen autoridad para decidir hacia dónde van los recursos y hacia dónde no.
Según la jerarquía, unos siervos tan groseros sólo merecen cárcel y muerte.
Antijerarquía
¿Por qué insisten en mentirse a sí mismos renegando de todo esto? ¿tan
placenteros son sus privilegios que prefieren seguir parchando los abismos
jerárquicos? Lo dudo mucho, como puede estudiarse en el libro El miedo a la libertad de donde se
explica que las personas prefieren, por adiestramiento, seguir estando bajo un
control ajeno, antes de tomar las riendas incluso hasta de su propia vida:
siempre habrá algo o alguien que medie entre la persona y el mundo que le
rodea, y hasta existen mediadores entre la persona y su situación como tal,
negándose la capacidad de encontrarse y explicarse a sí misma. Tal es el
mecanismo de un control “supremo” del cual las personas aceptan su intervención y autoridad plena sobre las piezas del
juego.
Se comentó al principio, que muchas violencias producto de la sociedad
jerárquica, son atacadas en forma separada para así lograr justicia o redención:
se combate al monopolio, la corrupción, al sexismo, la discriminación, la
pedofilia, el ecocidio y muchas situaciones más que de no haber quienes las
atendieran, se mantendrían en mayor impunidad. Sin embargo, vemos que las
situaciones de este tipo continúan dándose una y otra vez, por lo cual se
tienen que seguir resolviendo una y otra vez, debido a una sencilla razón:
todas estas violencias son producto de la sociedad jerárquica que se nutre con estos actos de unos sobre otros, siendo una jerarquía que todos siguen
sosteniendo y defendiendo a sangre y fuego.
Es lo que puedo escribir al respecto desde México, muy sencillo de
escribir, como ya se comentó, pero difícil de resolver. Primero habría de
expulsarse este adiestramiento jerárquico de los cuerpos y mentes de gran parte
de la sociedad, para luego llegar a tener la voluntad de expulsar cualquier
forma de sistema jerárquico sustentándose en la humanidad y el mundo. Aunque también, seguir este tipo de "procesos" no es algo que siempre suceda tal cual, quizá sea más factible expulsar definitivamente el adiestramiento al mismo tiempo que a la sociedad jerárquica, sin esperar ni matizar.
R. Camilo Solís Pacheco
diciembre 2016
En la imagen, si bien se ilustra sobre la predominancia-importancia del
dinero sobre las personas, en el caso de este ensayo en realidad nos ilustra
sobre cómo funciona un sistema basado en jerarquías. Si cambiamos al dinero
como cúspide de esta pirámide y en su lugar colocamos, por ejemplo, al
dogmatismo, la ciencia o el arte, la distribución de niveles y posiciones
siempre sería siendo jerárquica.
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